
Los historiadores han denominado Picunches a los aborígenes que se ubicaron en la zona comprendida entre el Aconcagua y el Itata, este es un grupo perteneciente al pueblo que los españoles llamaron araucanos, los cuales provinieron originalmente del otro lado de la cordillera y en el proceso de convertirse de nómades a sedentarios, se habrían ido distribuyendo en el valle central a través de grandes clanes familiares o aldeas que albergaban entre 200 a 300 individuos que se situaron muy cerca de ríos y arroyos, con el propósito de aprovechar el agua para beber, pescar y regar sus incipientes cultivos.
Los analistas e historiadores que se han dedicado a estudiar este tema, realizaron una división con respecto a este pueblo, situándolos en dos grandes subgrupos. El primero de ellos, denominado Septentrionales, se ubicó en los valles de Mapocho y Maipo. Mientras que el segundo grupo – el cual nos interesa – habitó los valles del Cachapoal, Mataquito, Maule, entre otros, y fueron conocidos como Meridionales.
Ambos grupos compartieron la mayor parte de su cultura. Entre sus principales características se puede destacar, por ejemplo, que eran polígamos. Creían en la vida después de la muerte, su estructura social estaba dominada o liderada por el padre de familia, desarrollaron la horticultura[1], cultivando principalmente la papa, el poroto y el maíz, algunos, en menor escala, criaron ganado camélido, principalmente llamas y guanacos, estas últimas acciones las habrían aprendido de los Incas a través de su paso por esta tierras. Sin embargo, fueron los pueblos que habitaban la parte Septentrional quienes habrían tenido la mayor influencia incaica. Esta situación se demuestra sin duda en las múltiples acciones que los diferencian de sus coterráneos del sur, el desarrollo de la alfarería por ejemplo, era de color anaranjado o rojizo, decoradas con dibujos en color negro, mientras que las otras fueron más rústicas. En las viviendas utilizaban piedra a la vez que los meridionales que vivieron más cerca del Maule continuaron haciendo estructuras de maderas y palos, con ramaje y totora para cubrir el techo. Pero quizá la característica más grande que los distingue es el sometimiento casi irrestricto en el que se encontraban las tribus del norte, ya que los aborígenes afincados más al sur demostraron siempre un mayor grado de belicosidad, originando con esto que los Incas los denominaran Purumawcas. Todo esto, determinaría a la postre que esta última zona haya tenido un desarrollo menor, basando sus actividades principalmente en la caza, la horticultura, la recolección y la pesca.
Los picunches del sur utilizaban en su vida cotidiana diversos instrumentos, los cuales aún pueden ser ubicados en diferentes lugares, resultando en alguno de los casos verdaderos misterios para nuestros días. Tal es el caso de las piedras tacitas, algunas eran redondeadas por los bordes y otras sin una forma definida, tenían una hendidura o pequeña cavidad al medio, por lo que se cree estas eran utilizadas para moler maíz o charqui. Existían también otras piedras redondeadas que presentaban una perforación al centro, aunque nadie puede asegurar cuál era su correcto uso. Se piensa que se les utilizaba como arma de guerra que se lanzaba por medio de varas de gran tamaño, con lo que aseguraban un mayor alcance o bien se habrían utilizado en forma de mazo al añadir un palo que calzaba en dicha perforación.
Dentro de las responsabilidades que tenían los hombres Picunches estaban el defender y dirigir al clan, como dijimos anteriormente, a través de un patriarca o jefe de familia, y también la de cazar. Cuando se presentaban amenazas mayores se unían a otras familias o grupos, con el propósito de aumentar la fuerza combativa; sin embargo, la mayor parte del tiempo se les presenta como haraganes buenos para la juerga y el ocio. En el caso de las mujeres, éstas asumían un rol más laborioso y fundamental dentro del grupo, ya que su principal misión era la de alimentar a los integrantes de este, por la misma razón realizaban también recolección de alimentos silvestres, cultivaban la tierra y criaban a los niños hasta que fueran iniciados.
A la llegada de los conquistadores españoles, el nombre de los diferentes tribus fue asociado por éstos principalmente al lugar donde se ubicaban, de este modo encontramos a los Mapochoes, Quillotanes, Cachapoales, Taguataguas, Cauquenes, y también los Maules o Mauleses. La mayor parte de los Picunches, al tener una historia de dominación incaica, no opusieron mayor resistencia a los españoles, y todo lo contrario, habrían prestado un invaluable servicio en la conquista de Chile. Ésta última situación generaba mucho odio, principalmente en los Mapuches[2]: “Atravesó el Maule, entrando en la región misma de los Promaucaes, en la primavera de 1556. Aquí tenía antiguas cuentas que saldar, la sumisión de estos indios le enfurecía y viendo que no querían unirse a su huésped, ordenó la destrucción de sus rucas y de sus sembrados y matanza de animales”[3]. Tanto sería el desprecio y rencor que sentía el joven libertador de Arauco por estos naturales, que no fueron pocas las veces que habría torturado y asesinado a líderes Promaucaes, sin ir más lejos, se dice que fue un hijo de uno de estos caudillos martirizados quien entregó a Lautaro a manos de los españoles, ocasión en la que murió en las orillas del Río Mataquito a manos de Francisco de Villagra.
No es mucho más lo que se sabe de este pueblo, ya que la cultura Picunche, en virtud a las influencias recibidas en primer lugar por los Incas y posteriormente por los españoles, como así también por el mestizaje propio de la convivencia se fue diluyendo. En este proceso de la mezcla predominó mayormente la cultura del padre español por sobre la ascendencia de la madre indígena, perdiéndose poco a poco su idiosincrasia. Los aborígenes optaron incluso cambiar sus motes por nombres castellanizados y utilizar las vestimentas de los colonizadores, pues estas acciones tan banales les otorgaban estatus frente a sus pares.
Pareciera ser que el arribismo existió desde siempre, resultando ser una prueba más de cómo una cultura es absorbida por otra, demostrando con esto el poco apego que se siente por lo propio, lo que sin duda permitirá con el transcurso de los años desvirtuarse hasta prácticamente desaparecer en el tiempo.
[1]Se denomina horticultura a una forma de agricultura a menor escala, huertos.
[2]En mapudungún representa Gente de la Tierra
[3]Así se refería a Lautaro, Gustavo Opazo Maturana, en su historia de Talca.